II EDICIÓN DEL CONCURSO DE RELATOS ENCADENADOS.
Ávila, enero de 1985
Era el día veinte de enero, cuando un tren paró en la ciudad de Ávila. De él salió una joven de veintitrés años que venía desde la ciudad de Madrid a abrir un pequeño negocio de moda. Esta se llamaba Carmen y vestía con unos zapatos negros y un vestido rojo, y en la mano llevaba un paraguas negro.
Al salir del tren, llovía y hacía mucho aire así que abrió su paraguas y corrió por el andén de la estación, pero resbaló y cayó contra el suelo. Entonces, un señor que salía también del tren, fue corriendo a ayudarla. Este vestía con un sombrero negro y un elegante traje. La cogió del brazo para ayudarla a levantarse. Ella se levantó y le dio las gracias. Después, salió corriendo al coche que había venido a recogerla.
No sabía que aquel hombre que la acaba de ayudar a levantarse cambiaría su vida para siempre.
Los inicios en la ciudad fueron difíciles, no conocía a nadie y se pasaba el día trabajando. Había invertido todos sus ahorros en la tienda y no podía fracasar en esta nueva aventura.
La decisión de Carmen de irse a Madrid y abrir su propia tienda de ropa en Ávila fue la forma que tuvo de empezar una nueva vida tras la muerte de su madre y la ruptura con su pareja. Después de estos malos momentos, Carmen se sintió más sola que nunca; su madre, con la que siempre había estado muy unida, ya no estaba, su pareja había roto con ella, y las dos únicas amigas que tenía se habían mudado a otra ciudad. Sintió que Madrid ya no era su lugar y necesitaba empezar de cero en otro sitio. Ávila fue la ciudad elegida por su cercanía a Madrid y por su tamaño. Al ser una ciudad pequeña, pensó que una tienda de moda como la suya sería algo distinto e innovador y que en aquella ciudad no habría.
Desde pequeña Carmen había querido ser empresaria y pensó que ese era el momento de hacer su sueño realidad. Su pasión por la moda se la inculcó su madre, que había sido modelo, y esa tienda sería un homenaje para ella.
Carmen no tenía relación con nade más de su familia. Siempre había estado viajando con su madre por trabajo y nunca habían tenido tiempo para estar con la familia. Además, a sus abuelos maternos nunca les gustó el trabajo de su madre, consideraban que ser modelo no era un trabajo de verdad. En cuanto a su padre, no lo conocía. Su madre nunca le quiso hablar de él. Cuando ella preguntaba, su madre siempre le decía que las abandonó cuando ella era un bebé. Carmen siempre quiso conocerlo pero nunca demostró demasiado interés en buscarlo ya que había sido muy feliz junto a su madre sin necesitar a su padre.
Los meses pasaron y Carmen cada vez se sentía más cómoda en Ávila. Su tienda iba de maravilla, se hizo muy conocida entre las jóvenes de la ciudad. Nunca habían tenido una tienda con ropa de moda y a buen precio. Hasta entonces, solo las jóvenes ricas podían vestir como les gustaba.
Pero todo cambió aquel veintitrés de julio, eran las cinco de la tarde y un hombre de unos cincuenta años entró a su tienda. Era un señor elegante, muy arreglado y educado. Carmen se sorprendió ante la entrada de aquel hombre ya que a su tienda, generalmente, acudían mujeres. Pensó que iría para hacer un regalo a su esposa, pero estaba equivocada. Aquel hombre no quería nada de la tienda, solo quería conocer a Carmen. Había esperado siete meses desde la última vez que la vio en la estación, cuando la ayudó a levantarse. No obstante, siete meses no eran nada comparado con los veintitrés años que había estado sin verla. El hombre, llamado Antonio, no quiso aparecer en la vida de Carmen hasta que esta se hubiese asentado en la ciudad para no desestabilizarla. Aquel veinte de enero, cuando se cruzó con ella en la estación, la reconoció perfectamente. El miedo al rechazo le impidió hablar con ella por lo que la dejó marchar. Durante estos meses, Antonio nunca perdió de vista a Carmen pero quiso esperar el momento oportuno.
Cuando Carmen le preguntó si quería algo, ya que llevaba cinco minutos parado sin hablar, Antonio no pudo decir nada y empezó a llorar. Haber escuchado por primera vez a su hija era lo más increíble que había vivido nunca.
A continuación, Antonio negó con la cabeza y esbozó una pequeña sonrisa.
-¿Puedes darme un par de telas?- fue lo único que salió de su boca. Carmen asintió y le preguntó si se encontraba bien, mientras sacaba los rollos de tela.
Antonio le dijo que solo estaba nervioso y emocionado porque era el día que hablaría con su hija después de veintitrés años y no sabía lo que iba a pasar. Carmen sonrió y le dijo que estuviese tranquilo y que seguro que su hija estaría encantadísima de conocerle. Le contó que su padre las había abandonado a ella y a su madre, pero aun así le encantaría conocerlo y que formara parte de su vida.
-¿Cómo se llama su hija?- le preguntó la joven.
Antonio titubeó al decir «Carmen»; la muchacha se quedó petrificada. Entonces, Antonio dijo: «Tienes los ojos de tu madre, por eso te reconocí nada más verte en el suelo de la estación». Carmen lo abrazó entre lágrimas y preguntas.
Meses después, Carmen y Antonio estaban esperando su tren para ir a Madrid a pasar el fin de semana y vieron como una joven tropezó y se cayó al suelo, cuando la chica se levantó y siguió su camino, Carmen y Antonio se miraron y se rieron a carcajadas.
Al salir del tren, llovía y hacía mucho aire así que abrió su paraguas y corrió por el andén de la estación, pero resbaló y cayó contra el suelo. Entonces, un señor que salía también del tren, fue corriendo a ayudarla. Este vestía con un sombrero negro y un elegante traje. La cogió del brazo para ayudarla a levantarse. Ella se levantó y le dio las gracias. Después, salió corriendo al coche que había venido a recogerla.
No sabía que aquel hombre que la acaba de ayudar a levantarse cambiaría su vida para siempre.
Los inicios en la ciudad fueron difíciles, no conocía a nadie y se pasaba el día trabajando. Había invertido todos sus ahorros en la tienda y no podía fracasar en esta nueva aventura.
La decisión de Carmen de irse a Madrid y abrir su propia tienda de ropa en Ávila fue la forma que tuvo de empezar una nueva vida tras la muerte de su madre y la ruptura con su pareja. Después de estos malos momentos, Carmen se sintió más sola que nunca; su madre, con la que siempre había estado muy unida, ya no estaba, su pareja había roto con ella, y las dos únicas amigas que tenía se habían mudado a otra ciudad. Sintió que Madrid ya no era su lugar y necesitaba empezar de cero en otro sitio. Ávila fue la ciudad elegida por su cercanía a Madrid y por su tamaño. Al ser una ciudad pequeña, pensó que una tienda de moda como la suya sería algo distinto e innovador y que en aquella ciudad no habría.
Desde pequeña Carmen había querido ser empresaria y pensó que ese era el momento de hacer su sueño realidad. Su pasión por la moda se la inculcó su madre, que había sido modelo, y esa tienda sería un homenaje para ella.
Carmen no tenía relación con nade más de su familia. Siempre había estado viajando con su madre por trabajo y nunca habían tenido tiempo para estar con la familia. Además, a sus abuelos maternos nunca les gustó el trabajo de su madre, consideraban que ser modelo no era un trabajo de verdad. En cuanto a su padre, no lo conocía. Su madre nunca le quiso hablar de él. Cuando ella preguntaba, su madre siempre le decía que las abandonó cuando ella era un bebé. Carmen siempre quiso conocerlo pero nunca demostró demasiado interés en buscarlo ya que había sido muy feliz junto a su madre sin necesitar a su padre.
Los meses pasaron y Carmen cada vez se sentía más cómoda en Ávila. Su tienda iba de maravilla, se hizo muy conocida entre las jóvenes de la ciudad. Nunca habían tenido una tienda con ropa de moda y a buen precio. Hasta entonces, solo las jóvenes ricas podían vestir como les gustaba.
Pero todo cambió aquel veintitrés de julio, eran las cinco de la tarde y un hombre de unos cincuenta años entró a su tienda. Era un señor elegante, muy arreglado y educado. Carmen se sorprendió ante la entrada de aquel hombre ya que a su tienda, generalmente, acudían mujeres. Pensó que iría para hacer un regalo a su esposa, pero estaba equivocada. Aquel hombre no quería nada de la tienda, solo quería conocer a Carmen. Había esperado siete meses desde la última vez que la vio en la estación, cuando la ayudó a levantarse. No obstante, siete meses no eran nada comparado con los veintitrés años que había estado sin verla. El hombre, llamado Antonio, no quiso aparecer en la vida de Carmen hasta que esta se hubiese asentado en la ciudad para no desestabilizarla. Aquel veinte de enero, cuando se cruzó con ella en la estación, la reconoció perfectamente. El miedo al rechazo le impidió hablar con ella por lo que la dejó marchar. Durante estos meses, Antonio nunca perdió de vista a Carmen pero quiso esperar el momento oportuno.
Cuando Carmen le preguntó si quería algo, ya que llevaba cinco minutos parado sin hablar, Antonio no pudo decir nada y empezó a llorar. Haber escuchado por primera vez a su hija era lo más increíble que había vivido nunca.
A continuación, Antonio negó con la cabeza y esbozó una pequeña sonrisa.
-¿Puedes darme un par de telas?- fue lo único que salió de su boca. Carmen asintió y le preguntó si se encontraba bien, mientras sacaba los rollos de tela.
Antonio le dijo que solo estaba nervioso y emocionado porque era el día que hablaría con su hija después de veintitrés años y no sabía lo que iba a pasar. Carmen sonrió y le dijo que estuviese tranquilo y que seguro que su hija estaría encantadísima de conocerle. Le contó que su padre las había abandonado a ella y a su madre, pero aun así le encantaría conocerlo y que formara parte de su vida.
-¿Cómo se llama su hija?- le preguntó la joven.
Antonio titubeó al decir «Carmen»; la muchacha se quedó petrificada. Entonces, Antonio dijo: «Tienes los ojos de tu madre, por eso te reconocí nada más verte en el suelo de la estación». Carmen lo abrazó entre lágrimas y preguntas.
Meses después, Carmen y Antonio estaban esperando su tren para ir a Madrid a pasar el fin de semana y vieron como una joven tropezó y se cayó al suelo, cuando la chica se levantó y siguió su camino, Carmen y Antonio se miraron y se rieron a carcajadas.
Raúl Cruz (1º ESO), Sonia Martín (3º ESO), Yailín Blázquez (2º ESO)