viernes, 24 de febrero de 2017

RELATO GANADOR DE 1º ESO

Aquel 14 de diciembre, nevaba intensamente en mi ciudad. Aún recuerdo la felicidad de muchos niños al ver por primera vez la nieve. El espíritu navideño ya había inundado Madrid, llena de luces y gente por la calle haciendo las compras navideñas. En cambio yo no sentía la felicidad de toda esa gente, la tristeza me inundaba por dentro. Sentada en el tren esperando a que arrancara veía las tristes caras de mis padres y mi hermana. Sé que aparentaban serenidad para que yo no sufriera pero en el fondo estaban igual de destrozados que yo. Agaché la cabeza y las lágrimas empezaron a caer de mis ojos, no podía soportar la idea de no pasar las navidades en familia. Era la primera vez que esto pasaba, me debía ir y dejar atrás toda mi vida. No había vuelta atrás, la decisión estaba tomada y era lo mejor para mi futuro. El tren arrancó y cada vez iba dejando más atrás a mi familia. Decidí no pensar en ellos y me puse a observar a los viajeros de aquel tren. La gente estaba feliz, probablemente fuese un viaje de regreso a sus casas para estar con su familia. A mi lado una pareja con un bebé comentaba cómo sería el encuentro con su familia al llegar a Berlín. Berlín, bonita ciudad para ir de vacaciones por su gran historia pero no para pasar la Navidad sola y lejos de mi familia, pensé. Yo me dirigía a esa gran ciudad a trabajar. Desde que acabé mi carrera y el máster me he dedicado a echar currículums por todas las empresas para poder encontrar un trabajo, pero no lo conseguí. No me importaba trabajar en algo que no estuviera relacionado con mi profesión pero aún así no conseguí nada en lo que trabajar. Después de un año estudiando otros idiomas decidí que ya era el momento de buscar trabajo fuera de España, aunque la idea no me resultara atractiva en absoluto. Esta vez tuve suerte y hace una semana me llamaron de una empresa alemana para trabajar con ellos desde el 15 de diciembre. Sabía que debía aceptar, además me dedicaría al periodismo, mi gran pasión. El trabajo ofertado consistía en ser redactora en una revista. La idea me fascinaba y no me lo pensé dos veces.
El llanto de un bebé que se acababa de despertar me trajo de nuevo a la realidad. El resto del viaje lo pasé leyendo un libro que me regaló mi amiga Ana. ¡Ella sí que había tenido suerte! Después de acabar la carrera de diseño de moda, había creado su propia marca de ropa y ahora era una gran diseñadora y empresaria con una vida muy acomodada. Eso es cuestión de suerte, pensé. Yo sabía que nunca iba a conseguir destacar en la vida, en gran parte por la inseguridad que me invadía.
Después de muchas horas de viaje llegué a mi destino, Berlín. Cuando salí de aquel tren, veía cómo familias se abrazaban entre llantos después de meses sin verse, y yo en cambio ahí estaba, sola y sin saber qué hacer. Me sentía como una hormiguita. Nunca había viajado sola y menos a un país desconocido. Tras un rato ahí parada en la estación mientras me mojaba por la lluvia, decidí que era el momento de coger un autobús para llegar a la que a partir de ahora sería mi casa. La verdad no sabía cómo iba a ser, ya que la empresa me la buscó para que yo no tuviera ningún problema.
Tras estar perdida por la ciudad durante horas buscando mi apartamento, por fin llegué. Al abrir la puerta encontré a dos jóvenes con malas apariencias, ya que resulta que la empresa me buscó un piso de estudiantes donde debería compartir casa con otras dos personas. Genial, no me podía ir peor, pensé. Sin apenas saludarles me encerré en mi habitación y empecé a llorar. Pensaba en mi vida en Madrid, lo fácil que era todo en casa de mis padres y tras un rato me quedé dormida.  
A la mañana siguiente pedí perdón a mis compañeros por ser el día anterior tan grosera y la verdad que me cayeron bien. Ese día me propuse ser agradable con la gente e intentar ser lo más feliz posible en aquella ciudad.
Tras una hora de metro hasta el trabajo por fin llegué a mi nueva empresa. Al entrar me quedé impresionada por lo grande y moderna que era. Todo iba a ir bien, me decía, pero no fue así. El trabajo que me prometían era mucho peor de lo que me esperaba. Tan solo sería la becaria, pero aún así estaba contenta ya que me encantaba todo lo relacionado con el periodismo. Me presenté a mis nuevos compañeros de forma correcta y simpática pero al contrario de mis expectativas, ellos pasaron de mí y durante todo el día me miraron por encima del hombro. Durante la comida bajé al comedor donde me senté en una mesa sola ya que después de haberme sentido tan ignorada por aquellos compañeros no quería volver a acercarme a ellos. Mientras comía pensaba en cómo volver a mi casa y no volver a pisar por aquella empresa, me sentía realmente mal. El saludo de un chico me volvió a la realidad. Me dijo que si se podía sentar a mi lado y yo por supuesto que acepté. No le había visto en toda la mañana por la empresa y su presencia me tranquilizó y alegró. Por lo menos alguien tuvo la decencia de acercarse a mí y hablarme.

1 comentario:

  1. Enhorabuena al ganador de esta primera fase.... y ¡venga chicos! a animarse a continuarlo....

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